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¡QUÉ BARBARIDAD!

  • Foto del escritor: Mariano Casanova
    Mariano Casanova
  • hace 12 minutos
  • 4 Min. de lectura
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No hay nada que más me guste que ver a los mejores, como “José el de los Camarones” y el grupo que le acompaña. Solo los mejores, como ellos, son mi referencia a lo largo de mi vida, da igual el estilo, o el género. Pero esto tiene un peligro muy grande, porque lo primero que pienso, después de ver algo así, es qué estoy haciendo yo aquí, y me dan ganas de retirarme de la música. Solo que a continuación, lo que hago siempre es ponerme a tocar, como cuando de niños, la pandilla de amigos, salíamos del cine los domingos por la tarde, después de ver una peli del Zorro, y pasábamos todo el camino, de vuelta al barrio, jugando a pelear con espadas.


Qué barbaridad cómo canta este hombre, leyenda del cante jondo en Jerez, que ya cuenta 71 años. Cómo se pasea por el interior de tu alma y la desbarata y la vuelve a elevar; es la pureza del cante acompañada, magistralmente, por unos músicos con instrumentos eléctricos, bajo, guitarra eléctrica, batería, teclados y violín, que son de otro mundo, bueno, o lo que es lo mismo, de allí, de aquellos mismos barrios y aledaños: Estratosféricos, músicos de rock y de lo que quieran, que en algunos momentos del espectáculo suenan al mejor jazz rock de los 70, pero capaces de seguir todo el tiempo, como se sigue en el flamenco puro, a un cantaor, respetando y engrandeciendo su arte, contando como se tiene que contar, sabiendo lo que hacen. Qué bonito por Dios.


Al verles no pude dejar de acordarme de aquel intento, en los años 90, de hacer casar a un gran cantaor de flamenco con un grupo de rock (bueno, de indie) que fue tan aclamado por la crítica musical en toda España, e hizo rendir pleitesía a tantísima gente de la profesión y que, a mí parecer, en lo artístico consiguió justamente todo lo contrario a lo que pretendía: Ni ganas me quedaron de volver a escuchar nada parecido. Qué pena, seguro que hubo buena intención por todas las partes en aquel caso, pero es que con eso no basta, hay que saber.


Así que ahora, tantos años después, en estos nuevos tiempos “rosaliescos”, de vergüenza ajena -  y eso que hace muchos años que parece que no se puede ir a peor - esto de “José de los Camarones” no puede ser más contrario a tanto desvarío; esto es la profundidad de un cante jondo que te pone la carne de gallina y los huevos en la garganta, acompañado por instrumentos eléctricos, con una construcción de canciones tan exquisita y con tanta fuerza y, sobre todo, con tanto sentido, que cuando lo ves y lo escuchas ahí, delante tuyo, no puedes dejar de sentirte arrebatado por la emoción. Esto si es de verdad flamenco rock, porque de verdad es ambas cosas, pero brotando de una misma fuente, del alma. Cuando oigo la palabra fusión, o mezcla, o de unir unas músicas con otras de un modo pensado y planeado previamente, me echo a correr. Pero esto, esto es cante puro, inspiración, respeto, seriedad, y sobre todo y por encima de todo es voz, es música y es letra, son canciones que conmueven y ahí sí, si hay canciones, es justo donde veo si hay verdad.   


Adoro a Triana desde niño, y a una gran parte del rock andaluz y a artistas andaluces como Miguel Ríos, al que tengo en lo más alto del altar de los cantantes españoles y, cómo no, mi adoración a innovadores del flamenco como Lole y Manuel ¡Ay Lole! Para mí la mejor voz femenina de la música española, en fin, palabras mayores, como Camarón y Paco de Lucía, que para mí es Dios. He visto muchos conciertos de flamenco puro a lo largo de mi vida, grandes, pequeños y muy pequeños, y con todos he flipado. Y siento, que el flamenco es tan inabarcable y tan inmenso, que tengo que reconocer que no tengo ni puta idea. Una vez quedé con un guitarrista gitano para ir enseñándonos, mutuamente, nuestro modo de tocar la guitarra y, cuando el primer día no llevaba ni cinco minutos viendo -así tan de cerca- evolucionar su mano derecha, le hice un gesto de complicidad y amistoso, rozándole el hombro con mi mano, y le dije: Mira, mejor vamos a dejarlo. Yo si quieres te enseño lo mío, pero lo tuyo, amigo, para aprender eso, tendría que volver a nacer. Ni lo intento, ni me molesto en entender los palos del flamenco, para qué, por suerte soy capaz de sentir. Y lo que sentí anteayer, al ver a “José el de los Camarones” en directo en Zaragoza, presentando su disco, tan bien construido y producido por Josema Pelayo, eso que sentí, no lo voy a olvidar.


Ver hoy un espectáculo como este es una fortuna. Son tiempos, estos, de artistas muy leídos, pero falta corazón. Tiempos donde la copia gana al original; donde el que crea es destruido y aún debe dar las gracias a quien le esquilma por haberle dado a conocer. Mientras, el que plagia es ensalzado a los altares y a la inmensa mayoría le parece bien.


Así que no se pierdan a “José el de los Camarones” si lo pueden ver en directo, o se arrepentirán en el futuro de no haber estado ahí. Si la música es importante en su vida hay lugares donde hay que estar, sobre todo cuando, como en este caso, lo que recibes desde el escenario es tanto respeto, tanta verdad y, sobre todo, tanto amor por la música, en su más grande acepción.

 
 
 

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