top of page

DE LA JOTA A NUEVA YORK, MEMORIAS DE LA INCERTIDUMBRE, “AL BORDE” Y OTROS NOMBRES PROPIOS.

  • Foto del escritor: Mariano Casanova
    Mariano Casanova
  • 24 ago
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 sept

Foto por Susana Iraberri (NYC 1999)
Foto por Susana Iraberri (NYC 1999)

 (He escrito este artículo para Heraldo de Aragón, publicado este 20 de agosto en el suplemento “Artes & Letras”, puedes leerlo también on line si eres suscriptor en https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2025/08/20/de-la-jota-a-nueva-york-memorias-de-la-incertidumbre-al-borde-y-otros-nombres-propios-1848036.html


En esta nueva entrega de 'Cosas que me han pasado con mis... discos', Mariano Casanova, líder de Distrito 14, evoca una experiencia norteamericana que le devolvió la fe en sí mismo y en la música y en sus canciones.


En nuestra primera gira de Distrito 14 en California y Nevada, en 1997, el éxito de público y el gran interés de la prensa nos pilló por sorpresa. La última mañana, antes de regresar a España, acudimos a hacer una entrevista al diario “La Opinión”, en el centro de Los Ángeles. Al terminar, justo al salir a la calle, una muchacha que entraba nos reconoció con una gran sonrisa. Fue una conversación muy rápida, me contó que era periodista y que estaba a punto de editar un periódico dedicado al rock en español en Los Ángeles. Intercambiamos emails y números de teléfono. Ella era Alicia Monsalve y desprendía una ilusión contagiosa. Después, desde España, fui conociendo cómo ese periódico, llamado “Al Borde”, se iba convirtiendo en una referencia, imprescindible, para aquel gran movimiento del rock en español que, entonces, se encontraba en plena ebullición en EEUU.


Al año siguiente actuamos por segunda vez en Cuba y grabamos allí un disco en directo. El reconocimiento del público fue conmovedor, pero al regresar a España, para tocar en una larga gira, el maltrato por parte de un nuevo manager y algunos dueños de salas que nos contrataron, fue humillante. Además, imposible sonar en las radios sin poner dinero por delante. Así que, un día, me levanté sin poder sentir nada, vacío, hundido, pensando que quizá me había equivocado desde niño y no valía para este oficio. Suspendí la gira y acudí a terapia. No había nada que despertara en mí un hálito de vida, excepto una cosa: Nunca había estado en Nueva York, pero sentí que intentarlo allí, era el único modo de comprobar, de verdad, si valía o no para esto.


Susana, mi mujer, mi novia entonces, pidió un crédito con el que poder ir unas semanas a buscarnos la vida: Desde el edificio de correos de la octava avenida, enviamos discos a periodistas, localizados a través del incipiente internet de 1999; recorrimos salas donde nadie actuaba en español y acudimos a discográficas multinacionales, que no nos dejaron pasar de la recepción. La última tarde antes de regresar a España quise, al menos, conseguir uno de aquellos periódicos “Al Borde”. Llamé desde una cabina telefónica a Alicia a Los Ángeles y escuché de nuevo su ilusionada voz, diciéndome que acababa de enviar ejemplares a una sala de actuaciones de rock en español, la única en la ciudad, que justo acababa de abrir hacía un mes en el barrio de Queens. Susana y yo nos encaminamos ya de noche; la salida del metro en la calle Steinway era oscura; buscamos la dirección y abrimos la puerta de esa sala llamada “La Kueva del Rock”. Lo que sentí en ese momento es difícil de explicar, fue un fogonazo, un presentimiento.


Distrito 14 viajamos a Nueva York tres meses después. A nuestra llegada todo fue fulgurante: Uno de aquellos periodistas desconocidos, a quienes habíamos enviado discos Susana y yo, se presentó, por sorpresa, en nuestra primera actuación en La Kueva. Se trataba de Isaac Guzmán, miembro de un equipo periodístico ganador del Premio Pulitzer, que a continuación escribió sobre nosotros en el diario “New York Newsday”. Las actuaciones se sucedieron. Además, mi amigo, el pintor zaragozano Teo González, se mudó justo en esos días a Brooklyn desde Los Ángeles, donde también nos habíamos encontrado con él dos años antes.


Teo, una mañana, nos presentó al dueño de una galería de arte en la Quinta Avenida, donde él exponía. Se trataba de Earl McGrath, un señor de unos setenta años, que había sido el presidente del sello discográfico de los Rolling Stones. Así que allí mismo le pusimos un par de nuestras canciones y le gustaron, tanto, que nos animó a grabar algunas más en inglés. Al día siguiente ya estábamos ensayando, en un local en Queens, dos canciones nuevas que yo tenía compuestas. Mientras, por las noches, sentado al borde de la autopista, en la puerta de nuestro motel en Astoria Boulevard, escribí la canción “Mala Mujer”, inspirada en la sala La Kueva, el lugar que nos había visto llegar y me había devuelto las ganas de vivir, la fuerza y la fe. Poco después, en Chicago, conocimos al productor Jack Letourneau, que nos grabó esas canciones traducidas en inglés y, además, una actuación en la mítica sala Martyr´s, que acabó convirtiéndose en nuestro disco “Live in Chicago”, editado en Estados Unidos.


Ayer hablé por Skype con Alicia Monsalve, 28 años después de aquel único encuentro fugaz, que se produjo - me dijo- porque justo entonces la habían contratado para sustituir unos días a un periodista en el diario “La Opinión” de Los Ángeles. ¿Quién iba a imaginar entonces, cuando ambos coincidimos en aquella tierra de promisión, que allí, donde todo era posible, hoy iba a estar todo más al borde que nunca y que aquellos sueños, que tantos compartimos, se iban a convertir en una insoportable pesadilla? ¿Cómo no recordar hoy las palabras de la madre de Tom Joad en “Las Uvas de la Ira”? «Somos la gente que vive. No pueden derrotarnos, no pueden exterminarnos. Duraremos, porque nosotros somos la gente». ¿Quién nos iba a decir que contemplaríamos un genocidio televisado desde el salón de nuestra casa y veríamos derribar las torres gemelas y que una pandemia nos haría sentir tan frágiles, a todos, en cualquier rincón del mundo?


Ayer, le conté a Alicia que iba a escribir este texto para este periódico de mi tierra y que se lo enviaré hasta Miami, donde ahora ella reside y trabaja dirigiendo una editorial literaria. En fin, qué crucial, qué definitorio en la vida puede ser un encuentro de unos segundos en una calle de Los Ángeles, o del Barrio de La Jota. “Querida Alicia, es cierto: Desde que abrí esa puerta de la sala “La Kueva” en Nueva York que tú me indicaste, nunca más dudé de mi camino, pero, si – como ayer me aconsejaste- tengo que encerrarme a escribir esta infinita, maravillosa, e invisible tela de araña llena de casualidades, que nos envuelve y todo lo une y algunas veces he llegado a ver tan clara, extendiéndose en el tiempo: ¿Cómo dedicarme en cuerpo y alma a escribir y a la vez seguir viviendo?”

 
 
 

Comentarios


Entradas destacadas
Sígueme
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
  • Twitter redondo negro
  • YouTube Ronda Negro
  • Facebook negro redondo
  • Instagram Ronda Negro
  • LinkedIn negro redondo
  • Google+ Ronda Negro
  • Blogger negro redondo
bottom of page