GRACIAS POR TODO AMIGO JACKSON, GRACIAS POR TODO AMIGO YAGO
- Mariano Casanova
- 19 abr
- 13 Min. de lectura

Recuerdo una tarde de discoteca, en invierno, justo antes de las navidades. Habíamos ido los chicos y chicas del instituto, quizá celebrando el inicio de las vacaciones. Recuerdo ese sentimiento, que tenía entonces, al hacerse tan pronto de noche en esas últimas semanas de diciembre y el contraste, acogedor, al entrar en aquellos lugares ajenos a la fría intemperie, tan llenos de vida, donde divertirse en compañía de amigos, cines, boleras, salas de actuaciones, o discotecas, con esa decoración de los años 70 que me fascinaba y me fascina desde entonces. Recuerdo cómo me gustaba poder entrar en sitios de mayores, como era el de esa ocasión, una discoteca histórica en Zaragoza, el Don Papagayo. Recuerdo los sillones llenos de abrigos y esa energía de las primeras veces cuando se tienen 15 o 16 años, ese algo desbordante y maravilloso, que en el momento de ocurrir ni desborda ni maravilla. Cómo explicar ese sentimiento, llevo toda la vida intentándolo y de lo único que he sido capaz es de hacer canciones y canciones. Recuerdo que era el final de 1980.
Recuerdo la luz tenue y cálida en el momento en que empezó a sonar el tramo de las lentas, donde uno aprovechaba para sacar a bailar a esas chicas de nuestro mismo curso, que, en aquél lugar, se mostraban de repente ante nuestros ojos con una belleza nueva, animal y misteriosa, ante la que era imposible resistirse, aunque seguramente al acercarnos ellas estuviesen pensando en algún otro chico mayor que nosotros, bueno, o quizá no.
Entonces la música ya era mi vida a tiempo completo, donde reinaba por encima de todo Pink Floyd, Santana, Eric Clapton, Deep Purple, Miguel Ríos, Jimi Hendrix, Triana, en fin, y tantísimos más artistas y grupos del momento, entonces los discos duraban más, duraban años. Mis oídos siempre estaban atentos a todas las músicas. Así que allí estaba yo - y en esas - cuando comenzaron a sonar canciones que elevaban mi alma, y aún la elevan, hasta extremos insondables: “If You Leave Me Now” de Chicago, “Samba pa ti” de Santana o ¡Dios mío! ¡“A Whiter Shade of Pale” de Procul Harum, o “I Say a Little Prayer” de Aretha Franklyn! ¡Aquello era el Paraíso! Pero curiosamente, fueron un par de canciones nuevas para mí, que sonaron seguidas, las que quedaron selladas en mi recuerdo de aquella tarde para siempre. La primera “Woman” de John Lennon, que me pone los pelos de punta cada vez que la escucho desde entonces. Y después “Stay” de Jackson Browne, la canción que le dio a conocer al público en general en España y que curiosamente él no había compuesto. Aunque todos conocíamos para entonces ya muy bien “Take it Easy” cantada por los Eagles, de la que él era coautor. Curiosidades y caprichos del destino y de la música.
En aquel momento quedé enganchado de Jackson Browne para siempre. Entonces, justo en aquellos años en que comenzaba yo, en todo, pero sobre todo a componer y a tocar con mi primer grupo en el barrio.
Pasó el tiempo, el instituto, llegaron los primeros años de universidad, Distrito 14, la grabación de nuestro primer disco en Alemania, que fue la hostia, pero no lo publicamos. Dejamos a un lado Distrito 14, pero siempre tocando, aprendiendo, componiendo, escuchando, viviendo, viviendo de todo, muy buenos y muy malos tiempos, compongo y compongo, recuperamos Distrito 14, doy forma a la canción “Días de Gloria” en un momento personal y profesional muy difícil, aparece en nuestro camino Ollie Halsall, mi adorado guitarrista, uno de los más grandes que ha existido en el mundo en la historia del rock, él nos produce una maqueta, graba su guitarra con nosotros, fichamos con EMI y en 1992 vamos a grabar a Madrid nuestro primer disco editado. Un nuevo comienzo, enorme ilusión y esperanza tras tiempos muy oscuros. Y a la grabación de aquel disco llevo conmigo un viejo libro de letras de las canciones de Jackson Browne. Por las noches, al regresar del estudio al hotel, voy leyendo la traducción de esas letras, que tras tantos años de escucharlas en inglés sin entender nada descubro “de verdad” y me dejan completamente anonadado. Ese libro me acompaña durante toda aquella grabación del disco titulado “El Cielo lo Sabe” que nos daría a conocer a Distrito 14 un año más tarde, en 1993.
Recuerdo los días al regreso de aquella grabación, una vez en casa, escuchando todos los discos de Browne, con su libro de letras en mis manos y quedándome estupefacto al comprobar que se había convertido, para mí, en el mejor letrista que yo había conocido en mi vida.
Aquel disco “El Cielo lo Sabe”, que grabamos con EMI, tiene un comienzo fulgurante, se nos escucha en todos los sitios, en toda España, incluso en México. Pero al poco despiden al departamento artístico de la compañía que nos había fichado y cesa de golpe la promoción y nos quedamos tirados y presos de un contrato. Tardamos un año en que nos den la carta de libertad y a partir de ahí comenzamos nuestra aventura independiente: Qué difícil, sin medios, sin dinero. Pero de un modo u otro se suceden los discos, y vamos a tocar a Cuba, y a California, y a Las Vegas, y de nuevo a Cuba, y el reconocimiento en estos lugares es tan emocionante. Regresamos a finales del 98 y hacemos una larga gira en España. Hay que salir adelante, hay que tocar mucho para darse a conocer nos dicen. No tenemos dinero, no hay otro modo que no sea arriesgando la vida en la carretera un día tras otro, una noche tras otra, haciendo kilómetros y kilómetros seguidos, porque no podemos permitirnos parar para dormir en un hotel. Hacemos bien las cosas, pero no es recíproco, cruzamos España para ir a actuar y resulta que no se han puesto los carteles, o se nos paga la mitad de lo acordado, o se nos lleva a dormir a una pensión de mierda sin calefacción en pleno enero, o tantas cosas, como andar por ahí tocando con tanta fiebre, que solo me permite salir de la furgoneta para cantar y otra vez a la furgoneta, sin ni siquiera haber podido bajar antes a probar sonido. Recuerdo el bálsamo de tigre que el bueno de Jorge, nuestro road manager, llevaba siempre consigo y con el que creía que me iba a ayudar a recuperarme. Entonces todo parecía posible y al final lo era, no sé cómo, pero lo era.
Casi siempre regresábamos a Zaragoza pensando en cuánto dinero habíamos perdido, cuánto tenemos que poner, la pérdida era muy poca, quizá al final, tras tres o cuatro días seguidos de conciertos, nos tocaba apencar a cada uno con 1000 pesetas, pero jodía, jodía mucho. Aunque por suerte nunca faltaba el humor, ni el reírnos de nosotros mismos, ante todo. También había buenas gentes, promotores, dueños de salas, periodistas, que creían en nosotros y nos respetaban al máximo y encuentros providenciales y los conciertos, está mal que yo lo diga, siempre eran buenísimos, emocionantísimos y el público siempre era maravilloso, tanto que daban ganas de bajar a abrazarlos, uno a uno. Pero tras meses sin parar y de sentir que aquello en realidad no sirve para nada si no hay dinero para pagar para poder salir en los medios, o sin el apoyo de una compañía discográfica, o de una agencia potente de management, caigo en un pozo sin fondo. Suspendemos la gira, no siento nada, no sentir nada no es ninguna tontería, no puedo coger mi guitarra. Siento que lo único que puede devolverme la vida, es intentar tocar donde estén los mejores, ponerme a prueba y saber si no me he estado engañando a mí mismo desde niño y resulta que en realidad no valgo para esto. Nos vamos, Susana - entonces mi novia, ahora mi mujer - y yo a Nueva York, a buscarnos la vida, Susana ha pedido un crédito para poder marcharnos, e intentarlo. Enviamos desde la gran oficina de correos de la octava avenida nuestros discos a radios y periódicos, a nombre de periodistas encontrados en internet y, en nuestra última noche allí, encontramos una sala de actuaciones en Queens donde poder tocar y comenzar desde cero. A la mañana siguiente, mientras veo cómo están subiendo los viajeros en nuestro avión de regreso a España en el JFK, llamo desde una cabina de teléfono, que hay allí mismo, a Mónica Posada, la directora de Radio Arte en Chicago, que acaba de respondernos con un correo electrónico que hemos leído en un Kinko´s, el lugar donde vamos a conectarnos a un ordenador, diciendo que le ha encantado el disco que le hemos hecho llegar y que quiere hablar con nosotros.
En agosto de 1999 llegamos Distrito 14 a tocar a Nueva York con tan solo una noche de hotel pagada. A las dos semanas de estar allí salimos en portada de la sección de espectáculos del New York Newsday, uno de los más grandes periódicos. Y el artículo interior, de media página dedicada a nosotros, lo firma Isaac Guzmán, un periodista que tres años antes había sido miembro de un equipo de periodistas ganadores del Premio Pulitzer ¿Y junto a quién salimos en la portada y en el interior del suplemento, él en la segunda y nosotros en la tercera página? Jackson Browne.


Permanecemos tres años tocando allí, yendo y viniendo de EEUU, en los mejores festivales, en el más grande del mundo, el SXSW de Austin, en el más grande de la música latina alternativa, el LAMC de Nueva York, grabamos un disco en directo en Chicago que se distribuye en EEUU con un sello discográfico de Miami. Tocamos en España con David Bowie, con Sting. Pero el grupo se va rompiendo poco a poco, es difícil resistir. Es entendible, la entrega tiene que ser máxima, el agotamiento es brutal, estamos al límite en salud y en economía, no es fácil mantenerse viviendo de las actuaciones de hotel en hotel cinco personas en EEUU. Una parte del grupo tenemos muy claro que tenemos que seguir allí, otra parte piensa que no, todo es muy doloroso. En 2001 regresamos a España y los tres que finalmente quedamos en el grupo, Enrique Mavilla, Juan Millán y yo, acompañados de un nuevo guitarrista llamado Mané Larregla, grabamos el que creo que es nuestro mejor disco, “El Sueño de la Tortuga”, que yo había compuesto en esos años de viajes ininterrumpidos y al que damos forma encerrados en el Monasterio de Veruela.
Pero haciéndolo todo solos, sin dinero, arrastrando deuda tras deuda y con dedicación plena, Juan no resiste más, sobre todo porque quiere estudiar su instrumento, la batería, al máximo, marchándose a Barcelona. Y al final solo quedamos Quique y yo, pero acompañados de unos músicos buenísimos, con alma. De nuevo es otro comienzo, así que, a pesar de todo, y con el disco recién estrenado, en 2004, sentimos una gran ilusión. Hago dos giras más en EEUU tocando solo con mi guitarra. Nos llaman para tocar en el festival Luna Lunera de Sos del Rey Católico en 2006, para abrir un concierto ¿De quién? De Jackson Browne. Aunque a nuestra llegada al lugar, hay allí un promotor que ha traído a Jackson Browne a España, que pretende que toquemos sin batería, le dan por el culo a todo: O con batería, o nos vamos. Adelante, la dirección del festival nos protege, tocaremos con batería.
Comienza la prueba de sonido de Jackson Browne, que viene acompañado de David Lindley en la guitarra y de Tino di Geraldo en la percusión. Qué barbaridad. Ya les había visto con esa formación un año antes en la Sala Galve del Auditorio de Zaragoza, increíble, emocionante, no tengo palabras. Nosotros esperamos a montar nuestro equipo a que terminen su prueba, pero aquello se alarga y alarga y se acerca la hora de que abran las puertas. No puede ser. Salgo del camerino y me dirijo al escenario y veo que están allí los tres tocando y pasando un buen rato, así que subo al escenario por detrás, lo más discretamente que puedo, y le digo casi al oído a Tino di Geraldo que tenemos que probar sonido ¿Qué? Tino para de tocar y se lo dice a Browne y a Lindley y en ese mismo instante dejan sus instrumentos. Nadie les había dicho que tocaba un grupo antes que ellos. El promotor, que al final había tenido que transigir con nuestra batería, no les había dicho nada. El bueno de Jackson Browne me pide disculpas y yo le regalo un original de la portada y la segunda y tercera página del suplemento de cultura del Newsday de Nueva York, donde habíamos salido juntos años antes. Se lo había llevado para regalárselo y le digo que no se preocupe, que no nos hace falta probar sonido y le cuento la emoción que supone para mi tocar en su mismo escenario.
Nuestra actuación es gloriosa, inolvidable, el público entregado. Cuando llevamos tocando casi los 45 minutos que habíamos pactado y estamos terminando la última canción, sale por detrás del escenario gesticulando el promotor que trae a Browne, para comprobar que no toquemos ni un minuto más. No hace falta, somos profesionales, no era nuestra intención. Me despido del público, otra, otra, otra, digo que nos tenemos que ir, que va a salir nuestro adorado Browne, otra, otra, otra. Tenemos que tocar otra, acabamos el bis, aplausos, esta vez sí, adiós. Sale Jackson Browne, espectacular. Una noche inolvidable. Pasamos bastante rato después charlando con Tino di Geraldo, a quien conocíamos por haber coincidido bastante en grabaciones en Sonoland en Madrid. Un día y una noche para recordar, un nuevo comienzo y ahí está de nuevo presente Jackson Browne.
Enero de 2007, 25 Aniversario de Distrito 14, actuación en el Teatro Principal de Zaragoza, lleno hasta la bandera. Pero durante los primeros meses de ese año aquello no tiene continuidad, seguimos haciéndolo todo solos, o solo, porque Quique apenas está, lleva tiempo siendo llamado para tocar teclado y bajo con artistas de primera línea. Para mí es una gran alegría, ante todo Quique es mi amigo, y así él se gana bien la vida, sin penurias y tocando también música de calidad, donde puede demostrar su gran genialidad. Cada vez es más solicitado, hasta que, en el mes de junio, me dice que le ha llamado para tocar un grupo muy importante, y que en el caso de coincidencia de fechas conmigo esto le obligaría a tener que optar por ellos. Le animo a tomar ese camino y me retiro a pensar. Creo que Distrito 14 tiene que llegar a su final. No quiero quedarme yo solo tocando con el nombre del que ha sido mi grupo durante casi toda mi vida, prefiero que quede para el recuerdo. Los que no lo hacen así siempre me han parecido patéticos. Ha llegado la hora de decir adiós. Nos despedimos con un último concierto, Juanma Bajo Ulloa lo filma y dirige un largometraje documental sobre nuestra historia titulado “Distrito 14 Historia de un Grupo de Rock”, con el que recorremos los mejores festivales de cine en España y en medio mundo. Es el final soñado para cualquier banda de rock.
Tras el fin de Distrito 14 en 2008, me retiro de los escenarios para dedicarme a mi familia, y así poder estar todo el tiempo acompañando la vida de mi hijo. Aunque compongo y grabo mi primer disco en solitario, “Al Final de la Ciudad Dormida” en 2015, que apenas presento y no promociono, así que nadie se entera, o casi nadie, hasta el día de hoy, pero para mí es el mejor disco que he hecho en mi vida.
Y así transcurren 17 años, excepto un par de giras que hago en Japón, y que me acercan también a tocar a Paris y de nuevo al LAMC de Nueva York. Hago esas dos giras porque puedo ir acompañado de mi mujer y nuestro hijo.
Hace tres años la película que nos hace Bajo Ulloa entra en importantes plataformas de TV en España y México y a día de hoy ahí sigue.
Ahora nuestro hijo se ha hecho mayor, y yo siento que, quedarme en casa durante estos años para poder estar siempre con él, ha sido la mejor decisión de mi vida. Él ya vuela y siento que ha llegado el momento de regresar a los escenarios, diecisiete años después. No se si alguien me va a venir a ver tocar, pero me da igual, me siento mejor que nunca con mis canciones, con mi guitarra, quiero comenzar solo en el escenario ante el público, lo siento así. Mi mujer y mi hijo me animan a regresar, mi hijo me dice tú eres eso papá. Y esa fuerza que me dan ambos es la que hoy me hace sentir mejor que nunca tocando en directo. En algunas actuaciones donde he aparecido por sorpresa estos meses pasados lo he comprobado.
El mes de noviembre pasado decido que anunciaré mi regreso a comienzos del nuevo año 2025. A las pocas semanas de esta decisión, recibo un mensaje de Yago Alonso, me dice que le gustaría mucho que colaborara con él y su grupo “Yago y Los Olvidados” en una canción para su nuevo disco. Y justo ocurre esto en este nuevo comienzo mío, que quizá tras mi comienzo de niño es el mayor comienzo de todos. Él no sabe porque no se lo digo - y se va a enterar ahora por esto que estoy escribiendo - que recuerdo una ocasión, hace muchos años, en que me crucé con él un instante, en las escaleras creo que, de la Sala Oasis, en Zaragoza. Puede que fuera en el concierto homenaje, tan emotivo, al fallecido guitarrista Guille Martín, tan recordado, donde tuve el honor de ser invitado. Allí Yago se dirigió a mí, yo no sabía quién era él, y me habló de su grupo de entonces, Voyeur, y me dijo, en fin, me da algo de pudor contarlo: Que yo había sido muy importante para él en su carrera, un referente, que siempre me había admirado. Fue un reconocimiento tan de sopetón, tan breve porque iba yo con prisa, pero tan sincero, tan humilde, tan de verdad, que me marché de ahí con un sentimiento instantáneo de enorme cariño hacia él. Desde entonces he estado pendiente de su evolución, espectacular en todos los sentidos, aunque nunca desde aquel fugaz encuentro nos volvimos a ver. Y de repente me encuentro con esta propuesta de hacer una canción junto a él, que siento como un verdadero honor. Me muero de ganas por colaborar con Yago y con su grupo y en un minuto le contesto que por supuesto puede contar conmigo para lo que quiera.
¿Y qué es lo que quiere que comparta con él? ¿Qué canción? No puede ser ¿Una canción de quién? ¿Suya? No. Quiere que hagamos una versión en español de Jackson Browne. Pero él no sabe nada de esto que estoy contando, que en todos los comienzos en mi carrera, desde niño, de un modo u otro, ha estado presente Jackson Browne.
Hace unas semanas grabamos la versión, en fin, qué placer compartir estudio de grabación, mi primer estudio en muchos años, con él y su magnífico grupo. Y por si fuera poco me dice entonces si querría salir a cantar con ellos la canción que acabamos de grabar, pero en directo, en la Sala Galve, en una actuación que “Yago y Los Olvidados” van a celebrar en beneficio de Aspanoa. La actuación fue hace unos días, en una mañana de un domingo soleado, en el mismo escenario donde vi tocar a Jackson Browne en directo por primera vez en mi vida.
Cómo agradecer tanto cariño a “Yago y Los Olvidados”. Un honor para mí compartir el escenario con ellos y compartir después unas horas, tanto con ellos, como con sus familias y amigos, en que me hicieron recordar los mejores tiempos en mi propio grupo hace ya muchos años.
Ahí estamos juntos tocando, en la foto. Y Jackson Browne mirándonos dese el fondo, no, es broma. Creo, de todos modos, que ya no tendré a partir de ahora más comienzos, Jackson Browne no tendrá que acompañarme más de un modo u otro. Ahora regreso, comienzo, vengo para quedarme, para siempre. La música me ha acercado siempre y de mil maneras distintas a lo mejor de mi vida, y aunque nunca he dejado de componer, creo que ha llegado el momento de volver a subir al escenario. No se si alguien vendrá a verme, pero me da igual, yo ahí estaré.
Mis primeros conciertos van a ser el sábado 14 de junio en la Sala La Caverna de Madrid y una semana después, el día 21 de junio, en Barrachina (Teruel). Allí tocaré y cantaré, solo con mi guitarra, una selección entre todas las canciones que he compuesto a lo largo de mi vida, tanto con Distrito 14 como en solitario, con el público sentado, como a mí me gusta.
Gracias por todo amigo Jackson, gracias por todo amigo Yago.
Comments