JOSÉ LUIS
- Mariano Casanova
- 19 sept
- 7 Min. de lectura

Recuerdo, como si fuera hoy, la primera vez que vi a José Luis Romeo, aluciné. Fue antes de formar Distrito 14, quizá un año antes, en el verano de 1981. Nos enteramos que iba a haber un concierto de rock en el barrio, en un sitio donde jamás había habido nunca un escenario, ni una verbena siquiera, era en una parte nueva de la vecindad que todos llamamos allí “La Estrella y la Ele”. Nunca más ha vuelto a haber en ese lugar nada de nada, si exceptuamos un concierto que hicimos, en familia, Distrito 14 y nuestros amigos, el grupo “Frutas y Verduras” (Ahora Melancrónico) en un local de uno de esos bloques. Ese fue el único concierto en nuestra historia que hicimos en el barrio, bueno, y uno en la noche vieja del 82, nada más hacer el grupo, que fue la hostia, en la parcela de los comunistas. Pero ninguno abierto al público, en el Distrito 14, ja ja ja, así son las cosas. Así que ¿Un concierto de Rock? ¿Allí? ¿Entonces?
Recuerdo haber visto tocar antes a La Bullonera, en el solar de una antigua fábrica de chocolates derribada en la esquina de mi calle, la Calle de Los Caracoles, donde aún quedaban escombros y tapias a medio tirar. ¡Buahh! Eso fue muy poquito después de morir Franco, qué recuerdo, de esos recuerdos que hacen que se te hinche el pecho. Sí, sí, ese había sido el mayor acontecimiento musical que había ocurrido por allí. Bueno, y creo que, para unos cuantos vecinos del barrio, que entonces era como un pequeño pueblo lejos de la ciudad, también debió ser algo digno de recordar el concierto de rock que hicimos siendo unos críos, con nuestro grupo Zen, en el 77, en la puerta de la Iglesia. Antes de todo esto, lo más parecido a un concierto de rock en el barrio, había sido cuando tocaban en la verbena de las fiestas el grupo Abraxas, con Tito y Javi, con quienes formamos años después Distrito 14. Hacían versiones - que, en fin, se me pone la carne de gallina al recordarlas- de Emerson Like & Palmer, Santana, Creedence Clearwater Revival, por ahí iba la cosa, Abraxas fueron nuestros maestros.
El asunto es que, aquel concierto apenas anunciado, acaso en algún cartel escrito a mano en la Asociación de Vecinos, era de un grupo del que yo había oído hablar, ellos eran los “Aborígenes del Cemento”. Así que allí fuimos los amigos a verles. El concierto era por la tarde, no sé, a las seis o las siete, a pleno día y pleno calor, por suerte estaba situado en la sombra.
No estábamos mucho público, un puñado de chavales ávidos de música, de rock, de guitarras eléctricas como la de José Luis, lleno de energía junto a sus compañeros de grupo, magníficos como él: Paco Cester, el cantante, salvaje, poderoso, con una voz buenísima, que te hacía sentir, que se te clavaba en las entrañas, y Javier Campos en los teclados. Sobre todo quedé con el recuerdo de ellos tres y no porque no me fijara en el bajista y el batería, que lo hacían muy bien, a la altura total, muy contundentes, sino porque José Luis, Javi y Paco brillaban, no tengo explicación, los percibí como en otra dimensión. Y curiosamente fueron los que, con el tiempo, acabaron convirtiéndose en mis amigos. Y Javi, incluso, fue nuestro teclista en la formación Pécora Jarris, que hicimos muchos años después.
Qué buenos “Aborígenes del Cemento”. Un año después de aquello coincidimos ya como Distrito 14, en el Primer Concurso de Rock Ciudad de Zaragoza. Ninguno de los dos grupos ganamos aquel concurso, pero fue magnífico estar ahí, porque nos conocimos todos los músicos de entonces, de todos los grupos participantes, surgiendo desde allí un montón de amistad entre la mayoría que allí estuvimos, ganadores y perdedores. Aquello fue el germen de tantas cosas. Y muchos compartimos, después, un montón de vivencias y colaboramos entre nosotros a lo largo del tiempo, de un modo, o de otro. Qué suerte haber estado ahí.
Y creo que fue magnífico perder aquel concurso, entre otras cosas porque un par de semanas después, la “Peña El Brabán” organizó un concierto para los perdedores, que ellos consideraban que debían haber ganado, ja ja ja ja y allí tocamos Aborígenes del Cemento, mis queridos Acolla y Distrito 14. Qué concierto tan inolvidable. Lleno hasta la bandera, la gente no cabía en aquel local, que era bien grande, allí se celebraban conciertos importantes, yo que sé, desde Ramoncín en sus años de gloria, a los magníficos Gruppo Sportivo, o Leño, o Joaquín Sabina. Y aquel público, que se reunió allí aquel día, se sabía ya nuestras canciones, solamente de habernos escuchado en los dos conciertos previos de aquel primer concurso, que también había sido nuestro estreno como grupo. Y qué pedazo de concierto el de Aborígenes, nunca se me podrá olvidar como tocaron su canción estrella de entonces “Yonki”, aquello te hacía sentir, te golpeaba en el estómago, es como si estuviera ahora mismo viendo a José Luis con su guitarra y a Paco, cantando, como un ángel caído retorciéndose en el escenario. Haber estado ahí y verles, es uno de los recuerdos más potentes que tengo entre todos los conciertos que he visto en mi vida, que, en fin, cualquiera puede imaginar cuántos y de qué calibre han sido.
El carisma sobre el escenario de José Luis, para quien lo vio, es algo que no se olvida. Tampoco en posteriores formaciones donde estuvo. Le recuerdo, por supuesto, en la Muestra de Pop-Rock con su grupo Materia Degenerada, allí, ensimismado en su guitarra, en su toque, con su gesto, único, que le caracterizaba.
A medida que pasó el tiempo, José Luis y yo, fuimos haciéndonos amigos. Durante un tiempo nos veíamos a menudo. Sobre todo, porque Tito, nuestro guitarrista en Distrito 14, era y ha sido siempre muy amigo suyo. Recuerdo compartir con él largas e interesantes conversaciones. Yo prestaba mucha atención a su punto de vista estético de las cosas, no en vano era, además de un gran músico, un excelente diseñador. Aprendí de él, de sus opiniones, atendí siempre a sus consejos.
José Luis Romeo fue el diseñador de la portada del primer disco editado de Distrito 14, el conocido como el de la portada del gato, un single en vinilo con la canción “Volver a Caer” y “Solo queda él”, producido artísticamente por Ángel Altolaguirre y editado por el sello Interferencias. Hace años que es pieza de coleccionistas.
Él se encargó de innumerables portadas de discos y carteles de grupos, festivales, compañías de teatro y, como músico, creó bandas sonoras para importantes obras teatrales y de danza. Además, fue el creador de la sinfonía para el espectáculo “Iceberg” que pudimos ver durante la Expo de Zaragoza de 2008. El suyo, excepto en aquellos inicios sobre los escenarios, fue siempre un trabajo silencioso, en la sombra. Pero dedicado, siempre dedicado a crear. Creo que puedo afirmar que fue alguien solitario y enigmático, al que siempre respeté y admiré. Sin saber nunca en que andaba, me lo encontraba habitualmente por las mañanas sentado, solo, en una terraza cerca de casa, leyendo la prensa. Vivíamos a dos calles. Es imposible olvidar su rostro, que siempre me recordó a Peter Murphy, y su sonrisa y su mirada. Él sabía y yo sabía, sin decirnos nada, que ambos seguíamos un camino inexplicable, por eso: ¿Para qué tratar de explicar? Con el paso de los años quedó lo más importante, el cariño, hablábamos unos minutos de la familia y nos deseábamos lo mejor. Yo desde siempre me sentí identificado con su libertad, y con ese no decir, en el que a pesar de mis canciones y mis escritos todavía sigo, tratando de descifrar lo oscuro y de aprender y aprender a contar lo que hiere.
La hermosa guitarra Gibson Les Paul de José Luis suena en nuestro disco “El Cielo lo Sabe”. Él se la dejó a Tito para aquella grabación. Sus amigos le llamaban Josele, yo no sé por qué siempre le llamé José Luis, quizá por aquella primera impresión viéndole tocar en mi barrio, que me impidió para siempre esa confianza, que yo sentía fuera de mi alcance. Durante bastante tiempo estuvimos ensayando en un local, que él tenía alquilado, en un sótano del casco viejo. Ahí excepto la luz eléctrica, nada había cambiado desde hacía siglos, a mí me daban ganas de internarme con una linterna, despejando de cascotes y ladrillos, una especie de cueva derruida, que hasta ahí abajo iba a parar, y en la que no se veía un final. Cuántos recuerdos también con José Luis, de noches interminables en los 80, recuerdos de ilusiones compartidas, recuerdos, siempre, con la música por delante.
Una mañana fría - pero soleada - del final del pasado otoño, volvía yo de ver una exposición que se había inaugurado sobre la Muestra de Pop Rock que hubo en Zaragoza en el 84, donde, como antes contaba, ambos participamos. Al ir a cruzar el paseo Sagasta le vi al otro lado acompañado de alguien que yo no conocía, imaginé que era un familiar, en fin, yo estaba exultante por todo lo que acababa de ver y todo lo que me había hecho recordar esa exposición. Aprovechando un momento, en que no venían coches, crucé en rojo para acercarme hasta él corriendo y le conté y le pregunté emocionado si aún no había visto la exposición. Recuerdo su mirada, no era la de siempre, vi que no podía hablar y su acompañante tampoco dijo nada, cruzaron después el paso de cebra, y yo me despedí de José Luis para mis adentros, sabiendo que era la última vez que le veía. Se me encogió el corazón.
Ya no le volví a ver más sentado leyendo el periódico en la terraza de la esquina. Este sábado pasado, en cuanto me enteré de su muerte, puse el disco “The Nightfly” de Donald Fagen, que él me descubrió.
Bonitas palabras sinceras en recuerdo a mi hermano, tengo la suerte de tener su música y acabo de escuchar el disco de Donald Fagen y entre los vinilos ha aparecido el single de distrito 14 que mencionas.
Muchas gracias Mariano, lo echaremos de menos.