LA FOTO
Rebuscando entre fotos antiguas para algo que ya os contaré ha caído en mis manos ésta y me he dado cuenta de que ahora se cumplen justo 25 años desde que me la hizo Susana, mi mujer, mi novia entonces. Eran unos momentos muy difíciles para mí, llevaba meses sin sentir nada, no se si era una depresión lo que me atenazaba, o algo parecido. Había tenido que abandonar una gira que estábamos haciendo Distrito 14 en España, harto de sentir como éramos maltratados de sala de actuaciones en sala de actuaciones, nada resultaba ser como se había acordado, no se había hecho promoción, o se nos pagaba la mitad de una miseria y volvíamos a casa después de jugarnos la vida en carreteras congeladas pensando en cuanto nos tocaba poner para llegar a los gastos. Y todo ello orquestado por un manager de tres al cuarto, que nos había convencido de que era necesario recorrer sala tras sala para darnos a conocer, el pago era la promoción, una mierda de promoción que no llegaba a nadie y no servía para nada.
Unos meses antes habíamos llegado de una gira en Cuba, donde además habíamos grabado un disco en directo y habíamos tocado la gloria en forma de reconocimiento. Regresar a la realidad en nuestra tierra había acabado conmigo, era la primera vez en mi vida en que no podía coger mi guitarra, todo era oscuro, sucio, ruinoso, no había salida. La realidad me hacía dudar de mí mismo, del trabajo de toda una vida, me hacía pensar si no había equivocado mi vida entera, me hacía dudar si de verdad valía para esto. Me hundía y me hundía y solo acertaba a ver un pequeño hilo de luz, algo que parecía una locura. Y ésta era que lo único en mi vida que me hacía sentir algo era la posibilidad de ir al centro del mundo, donde están los mejores y luchar allí, para comprobar si realmente merecía dedicarme al oficio de la música en el que llevaba desde niño.
Pedí ayuda desesperada a Susana, que ahora lo pienso y era tan joven, pero llena de valentía. Le dije que quería ir a intentarlo a New York, lo recuerdo como si fuera hoy, habíamos ido a cenar a un chino al que solíamos ir al final de la calle Felisa Galé, en mi barrio y allí le propuse irnos a buscarnos la vida ella y yo para encontrar un camino al grupo y me dijo que sí. Yo estaba en la ruina, así que ella que había comenzado a trabajar hacía poco, pidió un crédito al banco y allí nos fuimos. Fueron quince días pasados al teléfono del Hotel Pennsylvania, en establecimientos llamados Kinko´s donde alquilar ordenadores para conectar en internet y en las enormes oficinas de correos de la octava avenida, justo detrás del Madison Square Garden, extendiendo sobres y sobres en el suelo, ordenándolos y enviándolos a direcciones de periodistas que un buen amigo en Valencia nos había conseguido investigando en la red, que en aquél 1999 era aún precaria, no sé cómo hizo. Ese buen amigo, Ferrán Molero, apareció en medio de esa gira desastrosa, y fue parte del aliento que yo necesitaba. Yo estaba aquejado y desesperado por un Tinnitus terrible, que me hacía la vida insoportable desde dos años antes y él que era fisioterapeuta comenzó a tratarme. Mi mal no se arregló, pero él supo insuflarme esperanza y terminó por hacerse nuestro manager, desde su casa de Valencia, que se convirtió en nuestro centro de operaciones.
No se cómo hizo el gran Ferrán, pero cuando le dije que me iba con Susana a New York a buscarme la vida me consiguió un montón de direcciones de periodistas en EEUU, y sin saber a quién nos dirigíamos ahí estábamos Susana y yo día tras día, mandando desde esa oficina de correos sobres, como si se tratara de mensajes en una botella lanzados al mar. También viajamos hasta el norte del estado para concretar un concierto posible en un festival que nos había negociado un amigo americano en Zaragoza, nuestro querido José Soto. También intentamos acceder a las oficinas de Sony en New York, como dos ilusos, pero llenos de sueños y determinación. No se nos permitió pasar de la recepción, pero allí dejamos nuestro sobre con un disco que seguramente terminaría en la papelera del recepcionista.
Fueron quince días de trabajo extenuante, de un lado a otro, buscando salas donde se pudiera tocar, buscando algo, lo que fuera, por donde comenzar en la capital del mundo. Tras un trabajo que parecía infructuoso la última noche en New York se me ocurrió llamar a Alicia Monsalve, una periodista en Los Ángeles que había conocido en una gira que Distrito 14 habíamos hecho dos años antes en California, una gira inolvidable con un reconocimiento tan grande que también había tenido su momento de bajón en mí al regreso. Simplemente le llamé para saber si se podía conseguir en New York la revista “Al Borde” que ella editaba. Y sorprendentemente me dijo que solo se podía conseguir en una sala que hacía justo un mes había abierto en el barrio de Queens, donde se hacían actuaciones de rock en español, la única en la ciudad. Se lo conté a Susana, cogimos el metro en ese mismo instante, a la mañana siguiente, temprano, regresábamos a España. Así que nos aventuramos hasta el barrio de Queens ya de noche y así es como llegamos a la sala “La Kueva del Rock”. Al llegar la sala estaba vacía, era un día de entresemana, ya tarde. Pero un presentimiento me recorrió nada más abrir la puerta. Pregunté por el dueño de la sala, le pregunté por la revista de California y le conté para qué estábamos Susana y yo en la ciudad. Me preguntó si tenía un disco con nuestra música, lo puso y tras escuchar un par de canciones me dijo que cuando quisiéramos podíamos tocar ahí. Yo le dije que en un par de meses estaríamos ahí todo el grupo, ahí comenzó gracias a aquél dueño de aquella sala - el que en adelante sería nuestro querido amigo Jesús Giraldo - algo que fue determinante en la vida de Distrito 14 y en la mía propia.
A la mañana siguiente, justo antes de ir al aeropuerto para regresar a casa, pasamos por el Kinko´s cercano al hotel y teníamos en nuestro correo un mensaje de Ferrán. Una periodista de Chicago había respondido con un email, al parecer le había llegado uno de esos sobres que habíamos enviado Susana y yo con el disco, y le había encantado, mandaba su teléfono. Así que desde una cabina telefónica en el aeropuerto JFK, desde donde veía como subían al avión los pasajeros de nuestro vuelo, justo en el último minuto, llamé a esa periodista que resultó ser Mónica Posada, directora de Radio Arte en Chicago. Ella fue el otro gran puntal en el que se sostuvo toda nuestra historia norteamericana.
Dos meses después Distrito 14 fuimos a EEUU, con tan solo una noche de hotel pagada, sin billete de vuelta y con tan solo cuatro actuaciones contratadas: Una en “La Kueva del Rock” en Steinway Street del barrio de Queens, otra en el Festival de Amsterdam al norte del estado de New York y otras dos en Chicago, una en una sala y otra en un Festival. Lo demás es historia – increíble- que algún día espero contar.
También me traje otra cosa importante de ese primer viaje a New York con Susana, un sueño, sí, un sueño que tuve en la habitación donde nos alojábamos en el Hotel Pennsylvania; un sueño donde se reflejaba la desesperación que me había llevado hasta allí y que transformé en una canción que llevaba como título el número y letra de la habitación donde pasamos aquellos primeros quince días en New York que llevo grabados a fuego en mi alma. La habitación era la 818A, el título de una canción que grabé tras el regreso de los tres años que estuvimos yendo a EEUU sin parar. Os invito a escucharla, fue la primera canción que compuse tras ese período oscuro y de desesperación tan largo que me hizo llegar hasta New York, está en el disco “El Sueño de la Tortuga”. De todos los discos de Distrito 14 me siento muy orgulloso y satisfecho, todos me gustan y me gustaron en su momento, pero por suerte cada uno que hicimos me gustó más que el anterior, de no ser por eso, os aseguro que no hubieran existido, y este disco, “El sueño de la Tortuga” por ser el último que grabamos en estudio es el que más me gusta de Distrito 14, mi preferido, sin duda alguna.
Nunca existirá un disco hecho por mí en el que no entienda que estoy superando todo lo que he hecho hasta ese momento. Sin ese sentimiento y esa realidad para mí, mi vida en la música no tendría ningún sentido. Para mí sería una traición a la fortuna que tengo y que me ha regalado la vida de poder hacer canciones, fortuna o ruina, según cómo se mire, pero es mi vida. Y esta exigencia de superación de todo lo anterior es a la vez una explicación al por qué hicimos tan solo unos pocos discos en estudio como Distrito 14. Y así ha seguido siendo con mi primer disco en solitario y así seguirá siendo, ojalá nada lo impida, en el futuro, algo sobre lo que en estos momentos tengo algunas dudas. De nuevo el Tinnitus, incomprensiblemente después de tantos años, me atenaza, y algún otro mal más. Pero dentro de unos días, cuando acabe de cumplir 60 años, regresaré a New York de nuevo gracias a Susana, al lugar que tanta fuerza me dio, al lugar que me hizo renacer, al lugar donde finalmente nos casamos. Y desde allí planearé en su compañía y en la de nuestro hijo mi regreso a los escenarios en España, en Zaragoza y en los países donde me lleve la vida en el futuro, tras quince años en los que tan solo he actuado un par de veces de improviso aquí en Zaragoza, hace nueve años ya, casi sin anunciar, y en los que eso sí, hice hace ya seis o siete años dos giras, una alrededor del mundo: París, Japón y New York y otra segunda gira en Japón.
Nos iremos de nuevo a New York a coger fuerzas para recomenzar de nuevo mi vida sobre los escenarios después de tanto tiempo, aunque a partir de ahora actuaré solo, completamente solo, con mi guitarra. Creo que no hace falta nada más para hacer una revisión intensa y emocionante sobre el escenario de las mejores canciones que he hecho a lo largo de mi vida. Al contrario, creo que es el mejor modo de regresar después de tantos años, es lo que me pide el corazón. Naturalmente habrá más canciones del último período de Distrito 14 como “El Sueño de la Tortuga” y sobre todo de mi disco en solitario “Al Final de la Ciudad Dormida”, sin olvidarme, claro, de algunas anteriores que fueron más conocidas.
Espero que la vida nos sea propicia, a todos, para seguir llevando adelante los sueños y deseos. Y que la salud nos respete, por favor. Este es en estos momentos en lo que a mí mismo concierne mi gran y único miedo, el mismo que tenía entonces, hoy hace 25 años, en el instante mismo de hacerme esta foto. Por desgracia cayeron las Torres Gemelas, ya no están. Pero esa chupa que llevo en la foto y que con los años acabó completamente destrozada la he sacado de un cajón donde permanecía olvidada y con mil remiendos, con nuevas piezas sacadas de otras chupas, parece como nueva y de nuevo me la he vuelto a poner, ha sufrido sí, se ha roto y vuelto a romper, y en el fondo es cierto, está rota, pero creo que nada me ha quedado nunca mejor.
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