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ZEN


Presentación de mi concierto a cargo de monje Zen, en Templo Zen en Fukuoka, 31 de agosto de 2018

El primer atisbo de fascinación que recuerdo haber sentido por Japón fue en mi infancia. Había dos pequeños cuadros colgados en la pared de la casa donde nací en el barrio de la Jota que me gustaban, me gustaban mucho. Eran dos representaciones del monte Fuji con unos colores brillantes que he podido reconocer ahora en algunos cuadros encontrados en mis giras allá. Pero sin duda lo que marca mi sueño de toda la vida con respecto a aquél país fue la elección que hice del nombre para mi primer grupo de rock cuando era un niño. El nombre que elegí fue Zen, fuimos el grupo Zen. Y ese fue el gran paso, el paso definitivo para enfocar mi vida hacia la música a mis 12 años de edad, hacia aquello que sentía dentro de mí sin inicio, sin elección. De eso hizo 40 años justo el año pasado coincidiendo con mi primera gira en Japón y este año coincidiendo con mi segunda gira he celebrado el 40 aniversario de mi primera vez sobre un escenario.

Lo que nunca hubiera podido imaginar en toda mi vida es que iba a celebrar este 40 aniversario tocando en un Templo Zen en la ciudad de Fukuoka, en un concierto para la comunidad de monjes y amigos de ese templo situado en el mismo recinto del primer templo Zen que se erigió en Japón. Este hecho es algo inaudito para los propios japoneses, pero es algo que no ha sido buscado por mí, sino encontrado en el camino casi como si formara parte de un cuento fantástico. Solo han pasado unos días y me parece como si fuera un sueño: El sonido de los grillos afuera durante la actuación, el silencio, la paz, el respeto, la emoción sentida al actuar allí, los recuerdos agolpándose en mi alma a medida que iba desgranando mis canciones una por una. Toda una vida atravesó ante mí a medida que iba tocando y sentí que todo había merecido la pena tan solo por llegar hasta ese lugar, hasta ese momento, hasta ese concierto.

Solo he llorado en mi vida sobre un escenario en dos ocasiones, una en la actuación de despedida de Distrito 14 y otra durante la última canción que hice en esta actuación en el templo, mientras cantando me acordaba de aquél primer grupo actuando por vez primera ante los vecinos del barrio, en las escaleras de la puerta de la iglesia; mientras recordaba a los niños que fuimos, a los que tocamos hace 40 años en aquél escenario improvisado y también a todos los demás amigos de la infancia; mientras volvía a sentir como un fogonazo en el alma el recuerdo de aquella ilusión que entonces desbordaba nuestras vidas.

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