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¡VICTOR, GRACIAS!


(Víctor, Quique y Mariano el pasado 22 de diciembre en el Café de Levante)

Anteayer, en la pequeña localidad zaragozana de Pozuelo de Aragón, se presentaban al público dos obras pictóricas de gran relevancia, una un gran cuadro restaurado de San Antón perteneciente a su iglesia. La otra una tabla con la pintura de un reloj gótico de incalculable valor artístico e histórico. Lo más sorprendente, el verdadero acontecimiento, es que esta tabla había permanecido oculta durante cinco siglos sirviendo como soporte al lienzo del santo y después de dos años de complicado e intenso trabajo de separación y restauración tras el inesperado descubrimiento por fin se hacía realidad la presentación de ambas obras. Por fin se hacía realidad tu sueño como director de este gran proyecto, querido Víctor. Por fin, conservando a la perfección la obra conocida, volvía a ver la luz tras el paso de los siglos esta otra obra cuya existencia era completamente desconocida, ese reloj tan hermoso con un sol pintado en su centro que convertía ayer sábado 17 de enero la portada de Heraldo de Aragón en la más bella portada de un periódico que he visto en mi vida.

Hoy me he sentado en la puerta de la iglesia del barrio, como cuando éramos chavales. La mañana nublada ha dado paso a un tímido sol de mediodía entre brumas que ha sido suficiente para mantenerme allí un buen rato agazapado. Después bajo ese olor inconfundible a carrasca quemada de las chimeneas de las parcelas que apenas aún sobrevive, he recorrido las antiguas calles mientras recorría a la vez en mi memoria cada gesto en tu rostro amigo Víctor, tantos momentos junto a ti, tu inteligencia, tu bondad, tu enorme amistad con Enrique Mavilla, mi fiel compañero en Distrito 14. Ha sido tanta tu ayuda a esta noble causa del que fue nuestro grupo, algo más que un grupo, ya sabes… Y al igual la ayuda de Esther, tu mujer, nuestra gran abogada, luchadora y fuerte, entrañable amiga.

El caso es que sin darme cuenta, asaltado por mil recuerdos y pensamientos, mis pasos me han llevado finalmente por mitad de campos y cañales imaginarios sepultados por nuevas calles y edificios. Y ahí mismo, entre el asfalto, carriles bici y cinturones de circunvalación, mis botas han pisado un solar olvidado donde permanece la tierra, removida y con algunos montones de escombros sí, pero tierra justo en el lugar sagrado de nuestra niñez. Es increíble, el único solar vacío, justo allí, donde ahora cagan y mean los perros de los nuevos vecinos y algunos coches aparcan entre charcos. ¡¡¡¡Ahhhh!!! Mis queridos charcos, adoro los charcos. Y allí Víctor, allí mismo donde siempre, sigue vivo encerrado entre vallas este recodo, solo un recodo, sí. Pero es justo el lugar – entonces verde de hierba con la acequia presidiéndolo todo – donde siempre nos reuníamos a jugar los amigos. Yo soy dos años mayor que tú y que Quique, así que de niños y adolescentes no compartimos juegos y aventuras, nuestra amistad llegó después, pero estoy seguro de que si no fue este en concreto el lugar de vuestros juegos sería otro parecido, entre los cañales y acequias que circundaban el barrio donde imaginar el tiempo por venir mientras tan lenta y tan intensamente transcurrían los años de niños traviesos a muchachos rebeldes. El lugar donde reír, donde celebrar, donde contar en voz baja los secretos, las penas, las zozobras, los amores. El lugar donde acudíamos juntos los amigos a soñar con sueños que jamás – ni aún hoy – nos parecieron imposibles y donde peregrinábamos a solas cuando el dolor, como hoy, era grande.

Pues bien, hoy he estado ahí de nuevo, en aquél refugio sagrado, en ese lugar de la memoria, de la ilusión, donde nada ni nadie había cambiado, ahí estábamos, para siempre. Y ahí mismo permanecían hoy diseminadas, por aquí y por allá algunas cañas resistentes al paso de los años y los siglos, fuertes, flexibles, implacables y erguidas con orgullo, como Esther hoy y seguro que mañana y en los años venideros. Esther hoy de pie, frente a todos, fuerte, dándonos una lección de resistencia, como cada una de esas cañas del Barrio de La Jota que aún brotan de la tierra por aquí y por allá desde debajo del asfalto, del hormigón, rompiendo lo que haga falta para salvar la justicia de su vida, da igual lo que se les ponga por delante, porque nadie va a poder con ellas, como contigo amiga abogada, que viniste de otro sitio pero eres también de aquí y desde hoy más que nunca.

Y desde allí, desde el solar sagrado he mirado al cielo, al sol que ha salido, y allí donde mirara veía tu rostro siempre sonriente amigo Víctor, y recordaba tu presencia cálida, tus pensamientos e ideas siempre geniales, tu saber estar, tu educación, tu elegancia, tu conversación, tu sabiduría, tu caballerosidad, tu cálida y entrañable voz que no puedo dejar de oír en todo el día hasta ahora en la noche en que estoy escribiendo estas palabras. Víctor, tío…

Después me he internado en una pequeña zona de maleza ahí en mitad del solar vallado y he meado, porque esta es la tierra donde siempre meamos todos aquellos chavales que fuimos. Y aunque solo quede uno ha de venir aquí a mear, porque esta tierra y estas cañas y estos charcos son nuestros, son nuestra vida. Y nos hemos ganado mear aquí mientras vivamos aunque la única tierra que quede aquí algún día sea la del alcorque de un árbol ¡¡¡¡ Joder!!!! ¡¡¡¡

Víctor!!!!.

Ni te imaginas el amor que has despertado a tu paso en tanta gente. Y eso es lo más grande que se puede alcanzar en este mundo, al menos para los que nos partimos los dientes a pedradas en los campos de La Jota, joder ¡Víctor! No me hagas llorar más… Que mañana todos tenemos que seguir y continuar la labor, la vida. Y con más fuerza aún si cabe por ti y por los que como tú habéis sido una lección constante, una oportunidad de aprender, de conocer y de valorar lo importante. Y yo sé cuál es ahora tu dolor, aunque ahí entre charcos te juro que he sentido que tal vez no sea tal como me imagino, porque en este momento seguro que tú estás siendo testigo de la urdimbre de esta vida y estarás viendo como esa tela del futuro ha de tejerse y estarás comprendiendo ahora que todo es como debe de ser, aunque solo tú lo entiendas ahora, sólo tú y nadie más. Yo confío en eso. Pero joder…

“Temprano, en la fría mañana de hoy domingo iba abrazado yo a mi mujer, caminando los dos con piernas temblorosas bajo el cielo plomizo en mitad de una multitud de personas muy emocionadas, muy tristes, cabizbajas. A unos pasos tan solo por detrás de unos cuantos amigos de Víctor, sus mejores amigos, entre ellos Quique y Pedro. No veía sus rostros, solo veía sus nucas, su cabello y el cuello de sus abrigos, sus brazos entrelazados. Pero podía sentir su dolor, su alma rota en pedazos. En el largo trayecto a pie iban pasándose sobre sus hombros el féretro de madera con los restos de nuestro querido amigo, querido por tanta gente que para despedirle hoy se había reunido.

Finalmente hemos llegado en total silencio y hemos rodeado el lugar, el final de esta parte del camino donde a partir de ahora iremos a llorar, o a sonreír recordando tantos momentos geniales, eternos, junto a él. Ahí estaba, el que tanta vida, alegría y amor tuvo para dar a raudales a quienes le rodearon, ahí estaba. Y su mujer, Esther, ahí a su lado, con una entereza como en mi vida he visto, una fuerza que solo es posible obtener gracias al amor más verdadero, el mismo amor que le ha regalado dos hijos que siempre van a tener la fortuna de tenerla como madre y la inmensa fortuna de saber que su padre fue un gran hombre, una gran persona, un gran padre para ellos y un ejemplo para todos, solo que se tuvo que ir antes. Todo mi amor y el de mi mujer para vosotros Esther y vuestros dos niños, tan pequeños, para vosotros son y han de ser todas las condolencias, para vosotros por encima de todo. Algo tendrá que hacer Víctor, seguro, alguna misión secreta y genial, en algún lugar, donde seguro nos esperará a todos con esa sonrisa suya que jamás ninguno podremos olvidar.

En silencio, han subido el féretro, han puesto la losa y con el sonido de cada palada para sellar su tumba una parte de nuestra alma crujía y se revelaba y lloraba, ahí en mitad del silencio. Mientras, todos, ahí, abajo, unidos. Y de repente en mitad de la gélida quietud, de la terrible parálisis, ha sonado una voz, fuerte, clara, rotunda pero a la vez temblorosa, la voz de un amigo de verdad. Una voz desgarradora como pocas veces he oído en mi vida, que gritaba con el más grande dolor pero a la vez con enorme orgullo estas dos palabras ante la tumba de su gran amigo muerto: ¡Víctor, gracias!”

Mariano Casanova

18 de enero de 2015

P.D. Querido amigo, señor Victoriano Miranda Gómez. Tu entrañable compañía tantas veces a lo largo de una vida, en tantos ensayos, en tantas celebraciones del pasado, en cada acto, actuación o lo que fuera que hiciéramos con el grupo Distrito 14, o ahora en mi trabajo en solitario, era algo que nunca fallaba, algo en lo que no había que pensar, ahí estabas siempre tú transmitiéndonos lo mejor de ti y nosotros sintiéndonos abrazados por tu presencia, siempre. Es algo que nunca pensé, era así y era tan bueno tenerte con nosotros… Y ahora no entiendo hacer nada sabiendo que ya nunca te vamos a poder ver y abrazarte. Que ya no vamos a poder celebrar nada contigo. Pero aunque ya no exista Distrito 14, seguro que cada uno de nosotros hagamos lo que hagamos, estemos donde estemos, te sentiremos, a cada paso que demos querido Víctor y por encima de todos Quique, tu querido Enrique Mavilla, a él le debo la fortuna de haberte conocido bien, el honor de haber podido ser también tu amigo.

El infarto te aconteció justo al salir de viaje hacia la presentación de la tabla con el gran reloj gótico pintado, que con tanto mimo y trabajo has llevado a buen puerto como director de la escuela –taller de restauración de la Diputación Provincial de Zaragoza, puesto que tras una vida de amor al arte conseguiste alcanzar, justo para hacer este trabajo. No llegaste a esa celebración, justo a la tuya, que siguió adelante a pesar del enorme dolor tras la repentina noticia de tu ausencia, porque no hubo ninguna duda de que llevar ese acto hasta el final era o hubiera sido tu deseo, contigo o sin ti. Misión cumplida amigo, cuando veamos esa tabla del reloj con ese gran sol en su centro iluminando con sus rayos de nuevo el lugar de donde salió en secreto un día para permanecer oculto medio milenio, precisamente ese lugar que tanto significado tiene para nosotros, el Monasterio de Veruela, te recordaremos a ti querido Víctor con una fuerza infinita y en ese momento el tiempo no existirá.

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